PROLOGO de El Arte de la Magia - 3º Ed. - Kaplan

Prólogo por Juan Tamariz

Hay libros con buenos juegos, otros con no tan buenos. Muchos combinan unos y otros y, a veces, incluyen algunos juegos excelentes. De todos, absolutamente de todos los libros que conozco sobre nuestra querida Magia, apenas cinco o seis contienen todos sus juegos buenos, muy buenos o excelentes, (Estrellas de la Magia, La cartomagia de Hofzinser, La magia de Slydini, y pocos más).

Pero solo uno contiene, para mí al menos, juegos que además de ir de buenos y muy buenos a excelentes, son todos acabados y prácticos al máximo: La charla, los detalles de realización, de fabricación (si es necesario fabricar algo) y de presentación, todo ello cuidado al máximo y redondeado. Tanto es así que en la primera página del libro que yo poseo, aparte de una dedicatoria cariñosa de George Kaplan, su autor, tengo escrito lo siguiente:
«Este es el libro más práctico, útil, sutil e ingenioso. Del que más juegos he aprendido y puesto en práctica. Perfecta claridad, construcción y charla de los juegos. No hay casi que tocarlos. Humor y mentalismo unidos a veces, con escasa técnica digital pero con inmensa técnica mental e intelectual. ¡¡¡Absolutamente maravilloso!!!»

Y así sigo creyéndolo, cuarenta años después de mi primer encuentro con este libro que mi maestro Juan Antón me prestó al entrar yo en contacto con otros magos, allá por el año sesenta. Yo llevaba ya cinco años de práctica mágica con los maravillosos libros del Padre Ciuró y Bernat, cuando, de repente, Juanito Antón me prestó el Expert Card Technique (Técnica cartomágica avanzada), de Hugard y este maravilloso Kaplan (sus dos joyas).

Decir que los leí, estudié y devoré apasionadamente es un pálido reflejo de lo que sucedió. Porque de alguna manera me convertí en Kaplan y Hugard, sus autores, sus escritores (aunque gran parte del material descrito corresponde a Vernon en el de Hugard y a Horowitz en el de Kaplan).
Me convertí en ellos porque me puse a presentar juegos y utilizar técnicas allí descritas. Y, en el caso de este libro, realizaba sesiones con varios de sus juegos, sin tocarles nada (¡tan redondos y completos están!).

Y aún hoy, casi cuarenta años después, sigo presentando muchos de sus juegos (rara es la función mía, de escena o de cerca, que no contenga alguna de las maravillas de este libro: Aunque recomendaría al lector que no deje líneas sin leer (hay muchas ideas de teoría y presentación en ellas y puestos a elegir los mejores juegos (a mi juicio, mejor dicho, a mi gusto), destacaría la «Localización de doble dorso con esquina corta», la primera rutina del capítulo cuatro «Rutina del sueño imposible», la «Localización ‘alto’ en abanico», el súper fuerte truco «El reloj de Kaplan», la sutilísima «Siguiendo la flecha» (la versión original que me inspiró «Asamblea real», «El detector de mentiras», que millón de veces he presentado (humor y magia en altísimo grado), «Triple vuelo gigante» (fabuloso y origen del estupendo «Molitrón» de Armando de Miguel).

La súper ingeniosa «Cartas ascendentes de Kaplan», «El misterio de Calcuta» (engañé con él hasta a los magos más conocedores), el precioso juego de comienzo de sesión «La nueva baraja Brain-wave», la maravilla de ingenio súper engañosa incluso para quien conozca el truco «Control mental de Mahatma», la simple (de método) versión de el «Test de las revistas y las pizarras espiritistas» (origen de mi tantas veces presentada versión) el fabuloso método «Test de las tres papeletas» –el Nº 3 para mí, sin dudas el mejor, más impresionante sistema de presentar el juego, engañoso incluso a quien conozca el principio de «una por delante»–, la visual «Transposición de bolas», la muy directa rutina «La cuerda de Ben Alí», la súper sutil versión del hilo roto «El hilo gitano», la excelente y cómica «La comedia de los errores» y la ingeniosa versión sin ayudante de «La rutina de Kaplan de las cajitas».

Estos son solo algunos de los juegos que estudié, practiqué y presenté (o presento).

Me es difícil expresar cuánto es mi agradecimiento, cuánta mi admiración por esta auténtica joya de nuestro Fino y Sutil Arte de la Magia

***

Prólogo del traductor
por Rafael Benatar

Lo más difícil de traducir ha sido el título: «The Fine Art of Magic».

Veamos por qué. «Fine» en inglés puede significar bueno, fino, excelente, exquisito y más cosas. Pero Fine Arts es sinónimo de Bellas Artes. Y Bellas Artes en singular se presta a ambigüedades, aunque el Diccionario de la Real Academia lo admite, con la advertencia de que el plural es más común. «El Bello Arte de la Magia» sería otra cosa. También cierta, pero otra cosa. El Diccionario ofrece la siguiente acepción para «bella», dentro de la definición de arte: «Cualquiera de las que tienen por objeto expresar la belleza. Se da más ordinariamente esta denominación a la pintura, la escultura, la arquitectura y la música.»

Lo que quizás se intente comunicar con el título es que en el libro se estudia y se trata la magia como un arte. Pero a veces se denomina arte, y no sin motivo, a acciones, habilidades o disciplinas que no están consideradas Bellas Artes. En inglés, la expresión Fine Arts, sin tener implícita la belleza, viene a significar lo mismo, es decir lo que podríamos considerar artes mayores, donde la magia, recibiendo el tratamiento que se le da en este texto de Kaplan, ha de tener su lugar.
He allí lo que pretende la palabra fine: diferenciarlo del arte de hacer cualquier cosa bien, o lo que el Diccionario define en la primera acepción de «Arte»: «Virtud, disposición e industria para hacer alguna cosa.» Así podría hablarse del arte de la decoración, el arte de enmarcar cuadros o el arte de la repostería, con todo el respeto a los exponentes de tales disciplinas.

El Arte de la Magia es lo primero que me vino a la mente. Y creo que le dí más vueltas de las necesarias debido a que también existe The Art of Magic, el gran libro de Nelson T. Downs, tantas veces citado por Kaplan. Pero eso es otro problema.

No sé si Kaplan habrá pensado todo esto, pero lo cierto es que lo proyecta a través de sus textos. Habiendo aclarado este punto, cabe señalar que el libro no es un tratado filosófico sobre la magia como una de las Bellas Artes sino un compendio de juegos de magia, algunos clásicos, estudiados y tratados en gran profundidad, de una manera artística. En todo caso, independientemente del título, por tratarse de un gran clásico, todos acabaremos llamándolo «el Kaplan».

No podemos ignorar la polémica existente en torno al origen de las ideas del libro. Sabemos que Kaplan fue alumno de Sam Horowitz, también conocido por su nombre artístico Mohammed Bey, uno de los grandes de la escuela neoyorquina. Se ha dicho y escrito que el material proviene directamente de Horowitz.

Solo puedo decir, por la manera tan cuidadosa en la que está escrito el libro, que los detalles parecen muy bien asimilados y puestos en práctica por quien los escribió. Y también que hace unos años tuve ocasión de compartir algunas horas con Kaplan en «The Magic Table», un restaurante del hotel Edison en Nueva York donde se reúnen magos casi todos los mediodías y que el solía frecuentar, y que me pareció muy buena persona.

Al intentar comunicarnos con Kaplan para obtener los derechos para esta traducción, supimos que estaba en un delicado estado de salud y que tenía cerca de noventa años y finalmente llegamos a un acuerdo con su hijo Arthur Kaplan, que vive actualmente en Filadelfia.

Una de las importantes lecciones que nos imparte este libro es la manera de estudiar con la misma profundidad rutinas con y sin accesorios. «La pila de monedas» y «El tubo y el billete» de Brema, son conocidos accesorios a los que no se suele dedicar la suficiente reflexión. Las versiones de Kaplan de estos juegos están exquisitamente acabadas y pulidas. Y entre muchas otras maravillas de mentalismo y de cartomagia encontramos el famoso juego del «hilo roto y recompuesto», el cual una vez mi buen amigo el gran mago italiano Aurelio Paviato hizo ante unos turistas norteamericanos y una señora comentó que un tío suyo hacía el mismo juego. Aurelio le preguntó cómo se llamaba su tío, a lo que respondió: «George Kaplan».

Quiero dar las gracias, de parte de todos los magos, a Juan Tamariz por hablarnos una y otra vez de este maravilloso libro y por insistir en que lo estudiemos, sin lo cual indudablemente hubiéramos tardado mucho más en descubrir este tesoro. Pues aquí lo tenemos.
Un último detalle: el material es tan bueno que recomiendo asimilarlo todo a fondo antes de intentar el juego del alfiler doblado. Si quieres léelo por curiosidad, pero por favor no lo intentes. Piensa en todos los otros juegos que puedes hacer con tus valiosas manos.

Rafael Benatar

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