Asombro y sorpresa me ha producido la lectura de Ilusiones Matemáticas de Aurelio Sánchez. Una caja de sorpresas para mí, como mago y como amante de las matemáticas.
A los siete u ocho años tuve la primera experiencia como espectador de magia de cerca. Sentí por primera vez esa sensación nueva, difícil de describir, de contemplar algo incomprensible y sorprendente. No fue en un teatro, ni en un salón, ni en una charla de sobremesa —todo eso vendría mucho más adelante—, sino en un cruce de caminos en Gondomar, pueblo pontevedrés, cercano a Baiona, desde donde estoy escribiendo estas líneas.
Un amigo y compañero de mi edad cogió siete piedrecillas y, sentados ambos en el suelo de tierra, me hizo el juego de los ladrones y los corderos. Todavía hoy, más de setenta años después, lo recuerdo vívidamente y sigo mostrando una versión personal de este efecto en actuaciones y conferencias.
Y esto viene a cuento porque la primera sorpresa, el primer tema en este primer volumen, después de la introducción y declaración de intenciones, versa precisamente sobre este asunto: una versión simple pero muy práctica y eficaz que Aurelio asocia al proceso de conteo.
A partir de aquí me encuentro, en cada nuevo capítulo, los más dispares juegos e ilusiones, precedidos por un escueto y accesible concepto matemático y adornados o vestidos con una presentación, charla o envoltura que le viene como anillo al dedo.
No sé qué admirar más: la selección del material, la claridad de las explicaciones, incluida la divulgación matemática, las inesperadas asociaciones entre ilusiones y teorías científicas… Quizás, una de las cosas que más me llamó la atención es que una serie de efectos, como dije antes, tan heterogéneos, resulten armonizados para ser encerrados entre las tapas de dos libros, acoplados a la estructura de las diferentes ramas matemáticas.
Ahora sí, todo resulta lógico. El rigor de la clasificación matemática convierte lo que podría ser un cajón de sastre en una obra en la que todo está donde le corresponde, y donde cada nuevo capítulo es un descubrimiento luminoso, una sorpresa, pasando con toda naturalidad de un entorno al siguiente.
No quiero enumerar aquí, por innecesario, todas las sorpresas que me deparó la lectura. Bastaría repetir el índice de la obra. Así que citaré un par de ellas: Asombroso, aunque lógico, el cruce de la Mnemónica de Juan Tamariz con el cálculo matricial para analizar el juego «Adivinación de varias cartas pensadas», la versión de Simon Aronson del conocido en Francia como «Juego de Raynaly», publicado por primera vez en 1900 por Edwin Sachs en su libro Sleight of Hand. Otro juego incluido en mi repertorio habitual un par de décadas después de los bucólicos corderos, y en una versión, descrita en El Arte de la Magia de George Kaplan, a medio camino entre la original y la –para mí– definitiva, aquí incluida.
¡Pero queda tanto por destacar! Con especial cariño, disfruté el completo estudio de los rompecabezas geométricos de Winston Freer, Martin Gardner, Paul Curry y otros. Los objetos imposibles de Kokichi Sugihara (por cierto, acabo de conseguir un ejemplar de la alucinante flecha cuyo sentido no se puede cambiar por más que se gire, ¡ver para creer!). El análisis armónico de las imágenes híbridas. Y tantas, tantas otras maravillosas curiosidades.
En conclusión, también a mí me hubiera gustado haber leído esta obra hace varias décadas, como confiesa el autor que, con toda propiedad, utiliza en el título el vocablo Ilusiones, más amplio y genérico que su derivado Ilusionismo, incluyendo no solo efectos mágicos sino otros afines, como los ya citados.
Como es imposible recuperar el tiempo perdido lo compensaré leyendo, releyendo, estudiando y disfrutando este originalísimo, excelente, documentado y estimulante trabajo de Aurelio Sánchez.
¡Asombroso!

Camilo Vázquez

arrow_upward